El monasterio de la Grande Chartreuse es la casa de la orden de los Cartujos, está situado en el corazón de los Alpes franceses en el departamento de Isére a los pies del Grand Som.

La tradición cuenta que seis monjes de la orden se establecieron allí en el siglo XI, al lugar lo  llamaron el desierto de la Cartuja por su aislamiento. San Bruno consideró que aquellos parajes inhóspitos estaban lo suficientemente asilados y el clima era lo suficientemente frío para que no tentara a los que no tuvieran verdadera vocación.

 Los cartujos han estado allí viviendo durante mas de mil años de manera interrumpida, la orden es de las más sencillas y austeras en la practica, además son muy rigurosos en el cumplimento de las normas morales. Allí los monjes viven una vida de contemplación y oración.

 En el aspecto económico, se mantienen con donaciones y trabajos de los monjes, ya que que procuran por todos los medios ser autosuficientes. Este escenario espiritual es la cuna de un producto totalmente terrenal, el Chartreuse, un licor de alta graduación alcohólica producido con una receta que  fue entregada a los cartujos hace cuatrocientos años. La receta del licor es un secreto  la mayoría de los monjes ni conocen los ingredientes exactos ni el proceso de envejecimiento de la bebida.

 Es de prever, que la vida en las Cartujas es tranquila y que nuestros tiempos no son sus tiempos,  la vida discurre a una velocidad distinta dentro de los muros del monasterio de la Grande Charteuse.

 En 1984 el cineasta alemán Philip Gröning se puso en contacto con el prior de los cartujos, quería hacer un reportaje sobre ellos, le dijeron que querían tiempo para pensárselo. Le respondieron dieciséis años después para decirle que estaban de acuerdo en permitirle grabar, si es que aún seguía interesado. El cineasta regresó a vivir solo en el monasterio durante seis meses entre 2002 y 2003, estrenando posteriormente el documental El Gran Silencio.

Dieciséis años tardaron los Cartujos en tomar una decisión, está claro que los tempos de los monjes, no son los mismos que los de una empresa cualquiera en la atribulada situación en la que nos encontramos. Evidentemente, esta hipérbole me sirve para reflexionar sobre el proceso de toma de decisiones, la determinación de objetivos y la planificación de estrategias.

 El empresario está continuamente tomando decisiones de gestión diaria, determinando objetivos a medio plazo, planificando el largo plazo. El devenir de la empresa es un continuo goteo de toma de decisiones. Pero, ¿cómo sabemos si las decisiones que tomamos van a ser las acertadas? Cuando pisábamos sobre mármol, la estrategia era fácil de establecer, la planificación clásica de objetivos era un arma poderosa para poder tener un plan. Misión, visión, valores, objetivos, planificación a tres, seis, doce meses  y a seguir el plan establecido.

 Pero nos movemos en un entorno líquido, tener un plan que se ajuste a l situación es muy complicado, ya que las reglas del juego están cambiando continuamente. La planificación de la vida del monasterio de la Cartuja es sencilla, todo es predecible, la planificación y los objetivos están establecidos con anterioridad,  el horario se ha mantenido inamovible durante siglos, llevan pisando sobre la misma piedra caliza mas de mil años.

 Yo creo que más que complicados planes estratégicos y objetivos poco realistas a largo plazo, recomiendo al empresario que tenga muy claros y bien diseñados los procesos internos y que los sistemas de la empresa estén bien delimitados y concretados. Análisis de riesgos, capacidad de reacción y de adaptación al entorno hostil, agilidad en los procesos y métricas establecidas para medir el rendimiento, establecimiento de controles de gestión y procesos adecuadamente establecidos y delimitados.

 Asumir los nuevos retos exige a las empresas; información, control, flexibilidad, prepararse para abordar situaciones nuevas, situar siempre al cliente en el centro de nuestras operaciones,  perseguir el compromiso de todos miembros de la empresa, así como estar abiertos a cooperar con trasparencia siempre que sea necesario.

Germán Gómez. 

Foto. http://www.cartujadeportacoeli.org/wp-content/uploads/2017/03/Estudio-trabajo02.jpg