La noche Junio es templada en Roma, la luna brilla y el cielo está totalmente despejado, Epicteto termina su frugal cena a base de higos, uva, queso de cabra y algo de vino de la tinaja y sale dando un paseo por las calles tenuemente iluminadas por las lucernae o lámparas de aceite.

Va camino del ágora donde ha quedado a la hora tercia con sus discípulos, Flavio y Demonax, reflexiona sobre los avatares de su vida en estos últimos años.

 Imagina tu vida siendo un esclavo en la Roma del siglo I. Imagínate sin libertad, viviendo tu única vida sirviendo a otros sin tener otra elección, y sin saber si serás libre alguna vez durante el resto de tus días. Así fue la vida de Epicteto durante 40 años.

 Epicteto nació en el año 55 d.C. en Hierápolis de Frigia, lo que hoy es parte del sudoeste de Turquía. Desde niño, fue esclavo de Epafrodito, secretario del emperador Nerón. Su falta de educación académica pronto se vio compensada por un genuino interés por la lectura, escritura y filosofía estoica. Interés que mantuvo vivo gracias a su maestro y también filósofo Estoico Musonio Rufo.

 Expulsado de Roma durante los tiempos del emperador Domiciano, tras su manumisión en el año 93 d.C. (aprox.) fundó su propia escuela estoica en Nicópolis.

 Siguiendo las ideas de Sócrates, su principal modelo, no escribió ni una sola línea. Lo que ha llegado hasta nuestros días sobre sus ideas es gracias a Arriano de Nicomedia, uno de sus discípulos, que recopiló sus ideas, haciendo posible que sobrevivieran al paso de los siglos. Junto a Marco Aurelio y a Séneca, Epicteto es una de las tres figuras principales de la filosofía estoica. 

 Una de la ideas principales que Epicteto y los estoicos nos enseña es concentrarnos en lo que depende de nosotros. “Haz el mejor uso posible de lo que está en tu poder y toma el resto como acontezca. Alguna cosas dependen de ti y algunas cosas no depende de ti” Alguno de los elementos clave del estoicismo se enraízan en algunas tradiciones  religiosas, incluidas el judaísmo, el cristianismo, el budismos y el taoísmo.

 Uno de los principales argumentos de Epicteto es que tenemos una extraña tendencia a precipitarnos y a concentrar nuestras energías precisamente en aquellas cosas que no podemos controlar. En cambio, según los estoicos, deberíamos prestar atención a los parámetros de la ecuación de la vida que versa en lo que  controlamos o en los que podemos influir. 

 En tu empresa hay muchos aspectos que se deben tener controlados. Los costes: en forma de presupuestos, previsión de márgenes y control de gastos. Los ingresos: en forma de presupuestos de ventas, estrategia de precios, cuentas de explotación, análisis de rentabilidad y control presupuestario. Liquidez: en forma de previsión de tesorería  y financiación. Una plan de negocio, donde establezcamos los objetivos a corto y medio plazo y un cuadro de mando con los indicadores que tenemos que tener en cuenta  en función de los objetivos marcados. No es poco.

 Sin embargo, existe una infinidad de factores exógenos que no podemos controlar, la situación económica, la bajada del consumo, la retracción del crédito, el paro, la política económica del gobierno, el comportamiento del consumidor, son factores, que no se pueden controlar.

 Los estoicos nos enseñan a centrarnos en las cuestiones que podemos controlar y dejar a un lado lo que no podemos controlar, ¿cómo? Adaptándonos a la situación y no dejándonos vencer por circunstancias ajenas.

 Como bien decía Epicteto “No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nosotros nos decimos sobre esas cosas”.

 Creo que los pensamientos de Epicteto son perfectamente asimilables y aplicables al mundo de la empresa actual. Intentar centrarnos en lo que podemos controlar, y despreocuparnos de lo que no. Igual es una solución simplista, pero no cabe duda, que extrayendo su esencia, nos puede ayudar a centrarnos en lo importante.

 Si eres un amante de los estoicos o si piensas que sus pensamientos se pueden aplicar a la empresa, o incluso si piensas que esto no tiene ni pies ni cabeza, llámame y lo comentamos.

Foto: Jessi Pena