“El que tiene un gran poder no debe usarlo a ligera.” (Séneca) 

”No hay peor tiranía que la se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia.” (Montesquieu)

No pude asistir el concierto por Woodstock del 69 (no había nacido), tampoco fui en el 94, aunque por edad y por tipo de música es el que más me ha interesado. Two more days of peace  and music. Me acuerdo del concierto del 1999, no por la música o por el ambiente o las baladas de rock que tocaron, sino porque, tristemente se hizo famoso por otras cuestiones, ajenas a lo que tiene que ser un concierto y una celebración de la música.

En la mini serie del concierto de Wookstock del 99 de tres episodios que está disponible en Netflix nos cuentan las  causas que ocasionaron el desastre en el que se convirtió el evento. Los organizadores no habían logrado generar ganancias en los conciertos anteriores, por los que decidieron que, en el tercer concierto iban poder ser capaces de rentabilizar el festival.

 El sitio elegido para el festival no fue el más idóneo, una antigua base militar de una extensión considerable, donde no había sitio donde cobijarse del sol y las altas temperaturas, las infraestructuras no estaban preparadas para soportar tal cantidad de gente, no dejaron a los asistentes entrar en el recinto comida y agua, los precios eran totalmente desproporcionados y así un largo etcétera de desatinos.

En definitiva, los organizadores se olvidaron de lo principal; los asistentes al concierto, el público, los fans,  las personas que iban a estar tres días bajo su responsabilidad y se centraron en otras cuestiones, no menos importantes (conseguir hacer rentable el festival), pero no era lo principal. Y se desató el desastre. 

Si tienes el poder, no debes usarlo a la ligera. Lástima que los organizadores no leyeran a Séneca, se hubieran evitado muchos problemas.

En el anterior congreso -trigésimo cuarto- de la Asociación Española de Asesores fiscales, que tuvo lugar en Alicante, tuvimos la oportunidad de ver en primicia el documental de Alejo Moreno “Hechos Probados” donde narra el calvario judicial de Agapito García, empresario que vende su empresa en el año 1989 y que posteriormente es objeto de una inspección de hacienda que ocasiona unas actas tributarias por importe superior a veinticinco millones de euros.  

La Agencia Tributaria recalifica la operación y entiende que la interpretación legal efectuada por el contribuyente en su declaración no es correcta y que debe tributar de otra manera. De tal forma, que la deuda tributaria y la sanción solicitada al contribuyente es superior al beneficio obtenido por la venta de la empresa, incluso superior al importe del precio recibido por la venta de la empresa.

Y a partir de ese momento la Agencia Tributaria enciende la trituradora de piedras y tritura todo lo que se pone por delante, la vida de Agapito, su salud, su patrimonio, su existencia. Empieza un calvario judicial que ha durado más de veinticinco año de lucha denodada y sin cuartel contra ese leviatán sin rostro que es la Agencia Estatal de la Administración Tributaria.

La singladura por la laguna Estigia tributaria de Agapito no es la única, aunque sí una de las más famosas, ya que ha tenido el dudoso honor de encabezar la lista de los morosos con Hacienda publicada, a escarnio público, por la Agencia Tributaria.

En los últimos tiempos la relación de los contribuyentes con la Agencia Tributaria se ha convertido en una guerra de guerrillas en las que la política fiscal se dicta en función de los objetivos de recaudación. Todo se supedita a la apisonadora recaudatoria.

El año pasado fui participe del enésimo ejemplo de dislate tributario por parte de la Agencia Tributaria, que tras el preceptivo informe de poco menos de cincuenta páginas lleno de vaguedades e inexactitudes logró la imputación de un empresario por delito de contrabando, gracias al buen hacer de los profesionales que participaron en la defensa, tanto el juzgado de primera instancia, como la audiencia provincial, dictaminaron que la actuación del contribuyente no se ajustaba al tipo del delito. Es decir, la conducta del contribuyente se ajustaba la legalidad.

Este post no tiene moraleja, ni un final feliz. Vivimos tiempos adversos para el contribuyente, debemos utilizar todas las herramientas que nuestro Estado de Derecho nos proporciona para defendernos de la extralimitaciones arbitrarias de la Administración. 

Estaremos vigilantes.

Foto. Ray Shrewsberry. Unsplash