El verano se va terminando, los días empiezan a ser más cortos y las noches menos calurosas, poco a poco vamos retomado la ¿normalidad?, este ha sido un mes de agosto muy atípico, con independencia de la tragedia humana y sanitaria a la que nos estamos enfrentando, han sido unas ”vacaciones” muy raras. 

 Normalmente la última semana de agosto es una semana de tomar el pulso al despacho, al curso que entra, yo no mido los años por calendario, sino por curso escolar; para mi las vacaciones son momento de análisis de lo que ha pasado en el año anterior y de plantearse nuevos retos y programar nuevos objetivos profesionales y personales.  

 Este mes de septiembre el comienzo de curso está siendo más pausado, parece que todo se haya quedado en suspenso, aletargado. Hasta que los colegios empiecen y vayamos poco a poco cogiendo el ritmo, la incertidumbre, la falta de información y el miedo están siendo tónica habitual. 

 Durante el estado de alarma, nuestro ritmo de trabajo bajó de manera indefectible, salvo empresas y profesionales que estuvieron al pie del cañón haciendo que nuestra vida fuera más fácil, el resto ha tenido un lógico letargo en su actividad. Allá por el mes de marzo o abril, se pensaba que no íbamos a tener vacaciones y el mes de agosto iba a ser un mes hábil a todos los efectos, donde íbamos a tener que trabajar, para “recuperar el tiempo perdido”.

 Sin embargo, esto no ha sido así, los meses de desgaste psicológico han pasado factura, la tensión acumulada ha tenido que salir y hemos necesitado unos días de descanso.  Aunque hayan sido unas vacaciones peculiares, he visto que muchos de mis clientes, proveedores y colegas de profesión han colgado el cartel de cerrado de vacaciones y se han ido unos días a descansar. 

 No todo ha sido descanso, ya que los profesionales del mundo jurídico nos hemos quedado en situación de semi alerta por la habilitación de las tres ultimas semanas de agosto por parte del Gobierno. Es mi impresión, que ha sido una medida de cara al tendido más que una medida efectiva que haya  servido para liberar el atasco de los cuatro primeros meses del año. Durante estas tres semanas apenas si he recibo un par de providencias y muchos de mis compañeros me dicen que no les han notificados resoluciones de calado. 

 Por su parte, en el panorama impositivo, nos encontramos con noticias contradictorias todos los días sobre la esperada reforma fiscal. Según el día, o la reforma fiscal está aparcada en la calle del olvido, o la reforma fiscal va viento en popa a toda vela. Parece que a día de hoy, la reforma fiscal se va quedar durmiendo el sueño de los justos. 

 No seré yo el que le aconseje al gobierno la senda impositiva a seguir, sin embargo, si parece una medida prudente observar lo que están haciendo los diferentes países europeos con sus impuestos para ayudar a sus maltrechas economías y sobre todos a los motores de la generación de empleo; la pequeña y media empresa. 

Aunque claro, para eso tendríamos que tener políticos que distinguieran la imposición directa  de la indirecta, pero yo no sé si eso es pedir demasiado.